El legado de Roma
Legado (Antigua Roma) Un legado (en latín, legatus) era un general del ejército romano, equivalente a un moderno oficial general o lugarteniente. Siendo de rango senatorial, su superior inmediato era el dux y tenía mayor rango que todos los tribunos militares.
El latín es una lengua de la rama itálica que fue hablada en la Antigua Roma. Hoy en día este idioma es considerado muerto, es decir que no es la lengua materna de ningún ciudadano en el mundo.
LATIN
Se puede decir que este dialecto falleció cuando dejó de evolucionar, por allá por el siglo I posteriormente, con la aparición de sus diversificaciones, su uso original fue menguando aún más, hasta entrar en desuso entre los pobladores comunes.
Más adelante, en la Edad Media, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea el latín se siguió usando, pero como lengua científica, y esto sigue pasando en la actualidad. A partir de este idioma se crearon una gran cantidad de lenguas europeas conocidas como lenguas romances el portugués, español, francés, italiano, rumano, gallego, catalán, asturleonés, aragonés, valón, occitano, retorrománico y dálmata. La iglesia Católica la utiliza como lengua litúrgica, además de las lenguas vernáculas.
DERECHO ROMANO
El derecho romano (en latin, Ius Romanum) fue el ordenamiento juridico que rigió a los ciudadanos de la Antigua Roma. El derecho romano, por su gran complejidad, aplicabilidad práctica y calidad técnica, aún hoy, es la base del derecho continental y de los códigos civiles contemporáneos, y se estudia en las facultades de Derecho de la mayoría de países que emplean el Derecho continental. Su importancia histórica e influencia en la ciencia del Derecho, que se extiende también a los países de Inglaterra medieval se manifiesta en la pervivencia de numerosas instituciones jurídicas latinas en la actualidad, como la hipoteca o la teoría del contrato , y en la gran cantidad de expresiones jurídicas latinas
CRISTIANISMO
El decreto unió las raíces judeo cristianas del continente europeo con la cultura greco-romana. Hasta el Concilio de Nicea, en el año 325, las iglesias cristianas eran incendiadas, quienes profesaran la religión cristiana eran perseguidos y su patrimonio era confiscado. Particularmente bajo el emperador Diocleciano (245-316) se intensificó la persecución cristiana. Diocleciano quería revivir los viejos cultos paganos y que éstos se convirtieran en la religión del imperio. Pero su política anticristiana fracasó y fue eliminada por su sucesor, el emperador Constantino (285-337).
El aparato militar y el administrativo funcionaban bien en el Imperio Romano. Una zona de libre comercio había impulsado el bienestar económico. Los habitantes de Roma gozaban de derechos civiles, lo que promovía una creciente cohesión entre la población, sin embargo, no había libertad religiosa.
Todos los pueblos, sobre los que lideramos un suave y mesurado regimiento, deberán adoptar la religión que el divino apóstol Pedro hizo llegar a los romanos, que profesa el pontífice de Damasco así como el Obispo Pedro de Alejandría (…) Eso significa, que según la sabiduría apostólica y la doctrina evangélica creemos en la igualdad majestuosa y santa trinidad de la divinidad integrada por Dios Padre, Dios Hijo y Espíritu Santo.
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